En la planta, los residuos de vidrio son descargados por los camiones de recogida y depositados en una tolva que los conducirá por una cinta para separar pequeñas impurezas. La primera fase cuenta con un separador magnético encargado de eliminar residuos de metal o de aluminio. Después, comienza el proceso de cribado y trituración, donde aparecen los primeros trozos de calcín.
A continuación, un aspirador elimina los elementos ligeros como el papel o las bolsas de plástico. El triaje manual es otra fase crucial porque permite retirar de las cintas elementos más voluminosos. Más adelante, los residuos de envases de vidrio atraviesan una máquina de separación óptica que separa el casco por colores. Tras este proceso y un último triturado, el casco de vidrio o calcín está listo para volver al horno y convertirse en nuevos envases de vidrio.
El vidrio reciclado se convierte en la materia prima principal para alimentar los ciclos de producción de envases nuevos sin perder sus propiedades intrínsecas, y se repite infinitamente. Todos los envases que los ciudadanos depositan en el contenedor verde son adquiridos, tras su tratamiento, por la industria vidriera para fabricar nuevos envases.
Así se cierra un círculo perfecto con consecuencias virtuosas para el medioambiente: un reciclaje de calidad que logra reducir de forma significativa el consumo de materias primas naturales, protegiendo nuestra biodiversidad. Además, minimiza las emisiones asociadas al proceso de fabricación de nuevos envases, respecto a las emitidas al producir solo con materia prima.